OPINIÓN | Los biocombustibles y una nueva disyuntiva

La historia Argentina frecuenta dicotomías, algunas previas a la formación del Estado Nación. De esta manera, los realistas defensores del dominio colonial español se enfrentaron a los independentistas proclives a la separación de la metrópoli.

El tran­scur­so históri­co alum­bró nuevas dico­tomías políti­cas enfrentan­do a los uni­tar­ios con los fed­erales, a los per­o­nistas con los antiper­o­nistas. Final­mente, la sociedad ha desem­bo­ca­do en la “gri­eta” actu­al.

En mate­ria de economía, nue­stro país tam­bién dico­tomizó, en el siglo XIX el libre­cam­bio ver­sus al pro­tec­cionis­mo. Pos­te­ri­or­mente, en momen­tos de la indus­tri­al­ización por susti­tu­ción de importa­ciones, la disyun­ti­va fue cam­po o indus­tria.

Ya entra­do el siglo XXI, el debate pare­ció girar en torno a la disyun­ti­va de Desar­rol­lo o Medio Ambi­ente, plantea­d­os como temas mutu­a­mente excluyentes y polar­iza­dos, en muchos casos, por la per­cep­ción social de los temas y con una notable ausen­cia de reflex­iones sobre el mejor esta­do actu­al de la téc­ni­ca.

En este sen­ti­do, hemos vis­to posi­ciones mutu­a­mente excluyentes del tipo frack­ing si o frack­ing no; min­ería sí o min­ería no, cuan­do el debate debiera pasar por como se pueden desar­rol­lar activi­dades min­eras o petrol­eras respetan­do las mejores prác­ti­cas ambi­en­tales que hagan que las mis­mas sean medioam­bi­en­tal­mente sus­tenta­bles y pro­mue­van el desar­rol­lo económi­co y social del país.

Esta fal­sa dico­tomía entre “Desar­rol­lo o Medio Ambi­ente” no es exclu­si­va de nue­stro país y tiene una razón de ser com­pren­si­ble. La cien­cia económi­ca actu­al se debate entre dos desafíos de gran mag­ni­tud e índole intertem­po­ral de acuer­do con lo plantea­do ante­ri­or­mente: en el momen­to pre­sente, la urgen­cia pasa por resolver la pobreza.

De acuer­do con datos del Ban­co Mundi­al, durante 2015, el 26,2% de la población mundi­al vivía con menos de U$s 3,2. En para­le­lo, el segun­do gran desafío con­siste en reducir las emi­siones de CO2 que pueden com­pro­m­e­ter el desar­rol­lo futuro y ase­gu­rar una explotación de los recur­sos en línea con las mejores prác­ti­cas ambi­en­tales.

Los últi­mos informes del Pan­el Inter­gu­ber­na­men­tal del Cam­bio Climáti­co (IPCC) han reafir­ma­do las peli­grosas con­se­cuen­cias de que la sociedad glob­al no pue­da evi­tar que el cam­bio de tem­per­atu­ra sea infe­ri­or a los 2 gra­dos cen­tí­gra­dos, e inclu­so hoy hay cien­tí­fi­cos que advierten con­se­cuen­cias pre­sentes.

El foco en estos dos prob­le­mas se ha vis­to refle­ja­do en los últi­mos pre­mios Nóbel de economía: en el año 2018 William Nord­haus fue galar­don­a­do con dicho reconocimien­to “por inte­grar el cam­bio climáti­co en el análi­sis macro­económi­co de largo pla­zo”. En 2019 Esther Duflo, Abhi­jit Baner­jee y Michael Kre­mer reci­bieron la dis­tin­ción “por su enfoque exper­i­men­tal para aliviar la pobreza glob­al”.

Como sociedad, debe­mos com­pren­der que los efec­tos neg­a­tivos en el mediom­bi­ente ya están per­ju­di­can­do el desar­rol­lo social y económi­co del plan­e­ta en gen­er­al y de Argenti­na en par­tic­u­lar. De allí el espe­cial interés en cuidar el acer­vo ambi­en­tal: sig­nifi­ca cuidar las posi­bil­i­dades de desar­rol­lo futu­ra. Por su parte, si no logramos un niv­el desar­rol­lo com­pat­i­ble con la dis­min­u­ción de la pobreza y la gen­eración de opor­tu­nidades lab­o­rales, no dispon­dremos de los recur­sos humanos nece­sar­ios, ni para el pre­sente, ni para el futuro.

De estás reflex­iones derivan la necesi­dad de ase­gu­rar que todas las activi­dades económi­cas, espe­cial­mente las vin­cu­ladas a los recur­sos nat­u­rales, sean real­izadas respetan­do los mejores están­dares medioam­bi­en­tales de man­era que per­mi­tan la sus­tentabil­i­dad intertem­po­ral en el uso de los recur­sos, ase­gu­ran­do el desar­rol­lo pre­sente y futuro.

En tal sen­ti­do, la Bioe­conomía ha surgi­do como un par­a­dig­ma que bus­ca aten­der ambos prob­le­mas intertem­po­rales a la vez. De esta for­ma, a través de la uti­lización efi­ciente de los recur­sos de ori­gen biológi­co, apela al desar­rol­lo económi­co com­pro­meti­do con los desafíos del cam­bio climáti­co. Recien­te­mente, hemos vis­to como en los medios peri­odís­ti­cos se abre una disyun­ti­va en los mis­mos tér­mi­nos: petróleo o bio­com­bustibles; vaca muer­ta o la vaca viva.

Argenti­na está en la cuar­ta posi­ción de disponi­bil­i­dad de recur­sos téc­ni­ca­mente recu­per­a­ble, hablan­do de petróleo, lo que le per­mite pen­sar en un desar­rol­lo promiso­rio en ese sen­ti­do. La may­or can­ti­dad de esos recur­sos están alo­ja­dos en 30.000 kilómet­ros cuadros en el yacimien­to lla­ma­do Vaca Muer­ta.

Por su parte, la Vaca Viva, com­prende el gran poten­cial agropecuario Argenti­no, con un dimen­sión 20 veces supe­ri­ores a Vaca Muer­ta con una pro­duc­ción actu­al y poten­cial de bio­masa que lo con­sti­tuye en un motor indis­pens­able para el desar­rol­lo del país.

Nue­stro país es el prin­ci­pal expor­ta­dor de aceite de soja del mun­do y se encuen­tra entre los tres prin­ci­pales expor­ta­dores de maíz de Améri­ca.

La disponi­bil­i­dad de mate­rias pri­mas lo posi­ciona como uno de los prin­ci­pales país­es para seguir desar­rol­lan­do el nego­cio deriva­do de las bior­refin­erías. Este tipo de desar­rol­lo agroin­dus­tri­al aso­ci­a­do a la quími­ca verde per­mite susti­tuir pro­duc­tos típi­ca­mente deriva­dos de pro­ce­sos de refi­nación de fósiles y petro­quími­cos por otros basa­dos en la oleo­quími­ca y alco­quími­ca.

El petróleo y los bio­com­bustibles no debier­an ser plantea­d­os como con­cep­tos mutu­a­mente excluyentes: ambos son parte de la solu­ción y de la artic­u­lación de un mod­e­lo de desar­rol­lo que debe apun­tar a gener­ar empleos, desar­rol­lar el inte­ri­or del país y gener­ar divisas nece­sarias para evi­tar los recur­rentes even­tos de stop and go que car­ac­ter­i­zan a nues­tra economía en momen­to de estran­gu­lamien­tos de las cuen­tas exter­nas.

Para nue­stro país resul­ta indis­pens­able bus­car una con­viven­cia viable y com­pet­i­ti­va de largo pla­zo entre los bio­com­bustibles y los com­bustibles fósiles. Todo en una estrate­gia de largo pla­zo que rec­on­cilie las necesi­dades del desar­rol­lo y el cam­bio climáti­co, con un mod­e­lo de agre­gación de val­or opti­mizan­do los recur­sos bio­mási­cos disponibles y poten­ciales. Por Mg. Agustín Tor­ro­ba*

*Insti­tu­to Inter­amer­i­cano de Coop­eración para la Agri­cul­tura (Insti­tu­to Espe­cial­iza­do de la OEA)

Fuente: Energía y Nego­cios.