SALTA — La producción regional no debe quedar librada a su suerte

Las economías regionales se encaminan a una crisis.

Así lo advirtieron esta sem­ana los min­istros de Hacien­da de las provin­cias en una reunión que man­tu­vieron con el fla­mante min­istro de la Pro­duc­ción, Dante Sica. Señalaron la caí­da de la deman­da, la baja activi­dad económi­ca, la frag­ili­dad pro­duc­ti­va y com­er­cial de las pymes, las difi­cul­tades para acced­er al finan­ciamien­to y a los mer­ca­dos exter­nos, y la enorme pre­sión trib­u­taria.

Esta real­i­dad es recur­rente en la his­to­ria reciente de un país que con­cen­tra en el área met­ro­pol­i­tana a un ter­cio de su población, con­for­man­do así un núcleo cen­tral­iza­do de decisión condi­ciona­do por las pre­siones com­er­ciales y las necesi­dades elec­torales de los gob­er­nantes. Este año, en el cual el país está ingre­san­do a su quin­ta rece­sión en una déca­da, el dete­ri­oro de la pro­duc­ción y los pre­cios de los pro­duc­tos que ver­te­bran la economía de cada provin­cia se tor­na dramáti­co.

Sosten­er las economías regionales con políti­cas ade­cuadas es una respon­s­abil­i­dad del Esta­do

En Salta, la cri­sis se man­i­fi­es­ta en estos días en la caí­da de la activi­dad en gen­er­al, que pro­du­jo la pér­di­da de 3.000 puestos de tra­ba­jo en la con­struc­ción. El dete­ri­oro de la pro­duc­ción taba­calera, el con­flic­to azu­carero y el cierre del inge­nio San Isidro hablan por sí solos. La ausen­cia de un esce­nario pro­duc­ti­vo nacional a largo pla­zo com­pro­m­ete la activi­dad glob­al de la provin­cia. La fal­ta de expec­ta­ti­vas y de capac­itación para el empleo reper­cute direc­ta­mente en la vida de todos los salteños.

Salta con­tribuye con ape­nas el 1% del PBI nacional. Toman­do el PBI salteño por habi­tante, en 2017 fue de US$4.812, frente a los US$14.473 del país. Los ser­vi­cios públi­cos rep­re­sen­tan el 32% de nues­tra economía; el cam­po, el 12,1%; el com­er­cio, el 11% y la con­struc­ción el 10%. Los datos ofi­ciales describen una vul­ner­a­bil­i­dad económi­ca y social, que no se difer­en­cia demasi­a­do de lo que ocurre en el resto del Norte argenti­no, y tam­poco de las áreas mar­ginales de la región cen­tral. Los esfuer­zos ais­la­dos que real­ice un gob­ier­no provin­cial no pueden ser sufi­cientes.

El prob­le­ma de las economías regionales es nacional, aunque se les preste menos aten­ción de la que cor­re­sponde, quizá porque se tra­ta de pro­duc­ciones agrí­co­las y agroin­dus­tri­ales ubi­cadas fuera de la región cen­tral y la región pam­peana.

Ese olvi­do lo pagan pequeños empre­sar­ios, con activi­dades no tradi­cionales que son gen­er­ado­ras de empleo y fun­cio­nan como sostén de cada zona. La cri­sis de las economías regionales es, en con­se­cuen­cia, un fac­tor mul­ti­pli­cador de pobreza, migración y desar­rai­go. El aumen­to de los cos­tos, en espe­cial por las alzas de tar­i­fas y de com­bustibles, deri­va en prob­le­mas serios de com­pet­i­tivi­dad y, en con­se­cuen­cia, de rentabil­i­dad.

Hace poco, antes de ser min­istro, pero mien­tras se desem­peña­ba como asesor del su ante­cesor, Fran­cis­co Cabr­era, Dante Sica definió a las economías regionales como “la pieza medu­lar” del crec­imien­to económi­co. “Pon­er­las en val­or impli­ca estim­u­lar ese poten­cial y definir una políti­ca estratég­i­ca que pri­orice el desar­rol­lo indus­tri­al” asev­eró. Aho­ra, el econ­o­mista tiene a su car­go el poder de decisión. Es la hora de comen­zar aplicar esas políti­cas públi­cas que alien­ten al sec­tor pri­va­do a opti­mizar la pro­duc­tivi­dad y la efi­cien­cia a través de la mod­ern­ización tec­nológ­i­ca de sus pro­ce­sos de elab­o­ración. Tam­bién, des­de el Esta­do, “aten­der debil­i­dades en mate­ria de com­pet­i­tivi­dad, reducien­do los cos­tos de trans­porte y la pre­sión impos­i­ti­va”.

Sica, los pro­duc­tores y los gob­ier­nos provin­ciales con­sid­er­an per­en­to­rio recu­per­ar el com­er­cio exte­ri­or, aumen­tar la inver­sión en infraestruc­tura, mejo­rar la acce­si­bil­i­dad y la cal­i­dad de ser­vi­cios bási­cos, y desar­rol­lar el mer­ca­do financiero y el crédi­to domés­ti­co al sec­tor pri­va­do.

El dete­ri­oro de las economías regionales com­pro­m­ete la cal­i­dad de vida y el esce­nario social de todo el país.

Frente a un panora­ma som­brío, con un dólar incier­to que incide en el sis­tema de cos­tos y la per­spec­ti­va de un semes­tre con la economía glob­al en retro­ce­so, el respal­do a las economías regionales debe ser pri­or­i­tario en la agen­da y requiere un com­pro­miso serio, sol­i­dario y sin espec­u­la­ciones elec­torales ni de ningún otro tipo, de parte las autori­dades nacionales, provin­ciales y munic­i­pales.

Fuente: El Tri­buno