La industria azucarera se prepara para dejar atrás la dicotomía producción de energía vs. producción de alimentos y asumir el rol que los tiempos, el medioambiente y el mercado demandan.
Aumentar la producción de biocombustibles con los recursos y la infraestructura que ya se posee, es la clave según un especialista brasileño. La deuda: el Mercosur debe unificar el porcentaje de corte de bioetanol en combustibles fósiles.
Plinio Nastari (Presidente de Datagro Ltd., la empresa de consultoría líder en Brasil especializada en azúcar y etanol, que atiende a clientes en 41 países) fue el encargado de abrir el XXX Congreso Internacional de Tecnólogos en Caña de Azúcar, que se realizó en el flamante centro de convenciones de la Sociedad Rural de Tucumán.
Allí el ex titular de la Asociación Brasileña de Ingenieros Automotrices y doctor en Economía Agrícola habló sobre el etanol como opción energéticamente eficiente y limpia para el futuro de la movilidad en todo el planeta. “El bioetanol tiene una huella ambiental muy pequeña. El automóvil más limpio del mundo es a base de etanol y es el único que puede cumplir los objetivos establecidos por el Parlamento Europeo en el plan de descarbonización para 2030”, planteó.
El especialista contó que Brasil viene sometiéndose a una transformación estructural en el esquema de producción de energía sin desatender la fabricación de alimentos. “En los últimos dos años, más de siete mil millones de toneladas de caña de azúcar se destinaron a la generación de energía. Y se estima que para el próximo lustro el 65% de la cosecha se usará para producción de bioetanol”, detalló. Agregó que la clave radica en lograr un mix de producción sin desatender ambos mercados.
Según el especialista y miembro del Comité Mundial del Azúcar, la producción de los biocombustibles no necesita de inversiones millonarias. “Se puede usar la infraestructura y recursos actuales. La industria en general ya viene transformándose, han logrado convertirse en verdaderas usinas de energía. Hay que pensar al bioetanol como energía solar capturada, almacenada y distribuida de manera eficiente, ecológica y segura”, explicó Nastari ante un auditorio colmado.
El caso de Brasil
Brasil, de manera pujante, se fue convirtiendo en potencia regional. Gran parte se debió al proyecto devenido en ley denominado “Renovabio” que fue aprobado por el Congreso brasileño y forma parte de la legislación energética desde 2017. El disertante aclaró que la norma se encuentra en la etapa final de su reglamentación.
Entre los países miembros del Mercosur, Brasil es el más avanzados en políticas que promuevan el consumo de biocombustibles. El Estado brasileño aprobó un corte del 27% de etanol en gasolina. A su vez, en Argentina es del 12%; Colombia, del 10% y Uruguay, 8%.“Tenemos que unificar criterios para lograr armonizar el porcentaje en toda América del Sur”, explicó. Si eso se materializa en un corto plazo, se podría reducir, al menos, un 5% la emisión de gases de tipo invernadero.
En la cosecha 2018/19, Brasil produjo 600 millones de toneladas de caña de azúcar, lo que resultó en 29 millones de toneladas de azúcar y 33 mil millones de litros de etanol. “Un tercer producto también debe mencionarse por su rol estratégico en garantizar el suministro de electricidad: la bioelectricidad generada a través del bagazo y la paja de la caña de azúcar”, explicó.
Desde 1987, además de satisfacer las necesidades energéticas para la producción de azúcar y etanol, el sector de la energía azucarera brasileña ha utilizado parte de esta biomasa para suministrar electricidad al Sistema Interconectado Nacional, alcanzando en 2018 un total de 21.5 TWh (teravatio-hora), equivalente a más del 4% del consumo nacional. Por Maximiliano Fernández Lobo.
MercadoAzúcar.
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