CENTROAMÉRICA | Clima detuvo propagación de plaga de langosta

El clima se encargó de detener la anunciada plaga de langosta centroamericana (Schistocerca piceifrons piceifrons) que avanzaba en julio pasado desde México y Guatemala hacia Panamá y Suramérica, aunque continúa hoy la alerta.

Así lo infor­mó al canal local TVN el direc­tor nacional de Sanidad Veg­e­tal del Min­is­te­rio de Desar­rol­lo Agropecuario (MIDA), Olegh Aguilar, quien explicó que los enjam­bres no pasaron de Nicaragua, e inclu­so dis­min­uyeron su pres­en­cia en los focos de Guatemala, El Sal­vador y la Penín­su­la de Yucatán.

‘El cli­ma con­tribuyó en el últi­mo mes a reducir la pla­ga en un niv­el tan bajo que es prác­ti­ca­mente insignif­i­cante’, dijo y ase­guró que ‘debe­mos estar tran­qui­los’, porque el insec­to no rep­re­sen­ta un peli­gro ‘ni para los país­es donde se han dado los focos, ni para nosotros’.

Aunque Aguilar advir­tió que la aler­ta no se puede lev­an­tar has­ta que tran­scur­ra más tiem­po, por lo que seguirán el mon­i­toreo de los cic­los de vida la pla­ga, a pesar que redu­jo su voraci­dad, y estarán prepara­dos para algún foco que sur­ja.

En Panamá hay una especie muy pare­ci­da a la lan­gos­ta cen­troamer­i­cana, lla­ma­da Shis­to­cer­ca pal­lens, la cual con­fundieron en oca­siones en cam­pos y res­i­den­cias por su pare­ci­do y por ello el MIDA real­izó estu­dios para iden­ti­ficar ade­cuada­mente el insec­to, ante algu­nas alar­mas de sospe­chas.

La Shis­to­cer­ca pal­lens se encuen­tra en cañav­erales y maiza­les panameños y es un tipo de gril­lo que se ali­men­ta de plan­tas, aunque no de man­era voraz como la lan­gos­ta cen­troamer­i­cana que se pre­sen­ta en gigan­tescos enjam­bres lla­madas man­gas, capaz de pon­er en ries­go la sosteni­bil­i­dad ali­men­ta­ria de los país­es.

La temi­ble pla­ga puede volar más de 150 kilómet­ros diar­ios, ata­ca a más de 400 especies de plan­tas veg­e­tales como maíz, arroz, fri­jol, sor­go, soya, maní, caña de azú­car, ají, tomate, cítri­cos, plá­tano, coco, man­go y pas­ti­za­les, entre otros.

Su voraci­dad hace que cada ejem­plar con­suma diari­a­mente entre el 70 y el cien­to por cien­to de su peso que es de dos gramos, por lo que un enjam­bre de 80 mil­lones devo­raría unas 100 toneladas de ali­men­to verde por jor­na­da en una exten­sión de un kilómetro cuadra­do.

Otra especie de la mis­ma famil­ia, la lan­gos­ta del desier­to, provocó en febrero pasa­do el peor brote de insec­tos que enfren­tó Kenia en 70 años, invasión que se extendió a gran parte del este y el Cuer­no de África, dev­a­s­tan­do cul­tivos en Soma­lia, Etiopía, Sudán del Sur, Yibu­ti, Ugan­da y Tan­za­nia.

Por la población y voraci­dad de esas nubes de insec­tos, el imag­i­nario pop­u­lar dio rien­da suelta y espec­u­laron que se trata­ba de la bíbli­ca octa­va pla­ga de Egip­to, en aquel entonces con el obje­ti­vo de pre­sion­ar al faraón para que lib­er­ara a los hebre­os de la esclav­i­tud, según el libro Éxo­do.

Fuente: La Pren­sa.