Lo que engorda no es el azúcar sino el sedentarismo

Tribuna — La Argentina debería medir la adhesión a este tipo de modas  inducidas por campañas sin mayor sustento científico.

Por HERNÁN MAURETTE

Ha cal­a­do hon­do en la Argenti­na, país riquísi­mo en recur­sos nat­u­rales y pro­duc­ción de ali­men­tos, una cam­paña de demo­nización de pro­duc­tos que nos nutren, ali­men­tan y tam­bién “nos dan de com­er”.

La Argenti­na debería medir la adhe­sión a este tipo de modas pasajeras induci­das por cam­pañas que, sin may­or sus­ten­to cien­tí­fi­co, tien­den a desalen­tar el con­sumo de pro­duc­tos de la nat­u­raleza que has­ta hace poco se nos recomend­a­ba en la dieta ali­men­ti­cia: lácteos, carnes, cereales y, aho­ra tam­bién, el azú­car.

Es cier­to que la civ­i­lización avan­za a pasos lar­gos pero la inocuidad de algunos supuestos avances de la cien­cia aún no ha sido total­mente estable­ci­da. Cier­tas alar­mas difun­di­das con pre­tendi­do rig­or cien­tí­fi­co tienen, en ver­dad, ori­gen en el desconocimien­to; muchas se derivan del veloz éxo­do del cam­po a la ciu­dad. El ser humano, que tiende a rec­haz­ar lo que no conoce, ha ido per­di­en­do el con­tac­to con la nat­u­raleza. Así se fue aco­modan­do al con­fort urbanís­ti­co al pun­to de despe­garse tan­to de la nat­u­raleza que, por su bajo niv­el de defen­sas, muchos ya no resisten la exposi­ción al nat­ur­al.

¿Azúcar o edulcorante?

¿Azú­car o edul­co­rante?

Pero quien conoz­ca el pro­ce­so de pro­duc­ción del azú­car no puede dudar de sus bon­dades. Con­sumir­la es absorber la energía del sol cap­ta­da por las hojas de la caña y, medi­ante un pro­ce­so sim­ple, con­ver­ti­da en cristales que al mezclarse con otros ali­men­tos los endulza, los con­ser­va, los mold­ea, les brin­da una con­sis­ten­cia úni­ca y, al mejo­rar su sabor, se con­vierte tam­bién en vec­tor de nutri­entes que de otra man­era serían rec­haz­a­dos. El azú­car es fun­da­men­tal en la infan­cia, mien­tras la per­sona va for­man­do su cere­bro; el 20 % de la energía con­sum­i­da sirve para su desar­rol­lo.

La FAO afir­ma que la obesi­dad deri­va del dese­qui­lib­rio entre la inges­ta calóri­ca y el con­sumo energéti­co. Decir, entonces, que el azú­car engor­da es un sofis­ma. Engor­damos nosotros si no comem­os en for­ma ade­cua­da a nues­tra activi­dad, tan­to en can­ti­dad como en la var­iedad. Es obvio, entonces, que quien hace vida seden­taria o sufre de ansiedad debería lim­i­tar las calorías que ingiere. Y aún si se pri­vara del azú­car debería ali­men­ta­rse con mod­eración, porque siem­pre estaría expuesto al ries­go car­dio­vas­cu­lar o de dia­betes. El may­or prob­le­ma de esa per­sona es el seden­taris­mo. La situación está con­tem­pla­da en las nuevas ten­den­cias urbanís­ti­cas que favore­cen el desplaza­mien­to pedestre y abren más espa­cios verdes. La Ciu­dad de Buenos Aires es un ejem­p­lo vir­tu­oso al respec­to.

Sin embar­go, el min­istro de Salud insiste con la sim­pli­fi­cación del chi­vo expi­a­to­rio y procu­ra asus­tar a los con­sum­i­dores de los pro­duc­tos que ofrece nue­stro sue­lo y que dan tra­ba­jo a los argenti­nos. El doc­tor Rubin­stein, fasci­na­do con las nuevas olas glob­al­izantes, afir­mó en el pro­gra­ma de Mirtha Legrand que la Argenti­na es el país donde se con­sume más azú­car cuan­do, por el con­trario, es uno de los país­es con niv­el de ingre­sos medios que menos lo hace. Deje­mos de agi­tar fan­tas­mas. La población nece­si­ta moverse más y ten­er una dieta vari­a­da y ade­cua­da a su con­sumo energéti­co. Es cier­to que esto no está al alcance de todos; que razones fun­cionales y has­ta económi­cas pueden resul­tar lim­i­tantes en ese sen­ti­do.

Sal­g­amos de las pare­des del bur­go, recor­ramos las praderas donde cre­cen nue­stros ali­men­tos y caminemos con quienes los pro­ducen y con los que los indus­tri­al­izan. Conozcá­mos­los, y a sus cos­tum­bres, sus famil­ias, y dis­frute­mos de las rec­etas que car­ac­teri­zaron a nue­stro pueblo. Esta es nues­tra rec­eta: sal­g­amos, caminemos y dis­frute­mos.

Hernán Mau­rette es pres­i­dente del Cen­tro Azu­carero Argenti­no

Fuente: Clarín.