Europa nos perjudica con otra vuelta de tuerca a la agroenergía

Los principales órganos del poder europeo acordaron reducir de 7% a 3,5% el uso de la agroenergía de primera generación. Si se aprueba, la decisión afectará las exportaciones de etanol y biodiésel.

Los prin­ci­pales órganos del poder europeo acor­daron reducir de 7% a 3,5%, hacia 2030, el uso de la agroen­ergía de primera gen­eración, que es la que se pro­duce con mate­rias pri­mas de uso múlti­ple, como el maíz y la soja, las que bien pueden emplearse para hac­er ali­men­tos o com­bustibles ren­ov­ables como el etanol y el biodiésel. De apro­barse tal como sal­ió del horno, la decisión afec­tará con may­or dureza las exporta­ciones de etanol y biodiésel que abaste­cen Argenti­na, Esta­dos Unidos, Canadá, Indone­sia y Brasil, las que se des­ti­nan al trans­porte region­al del Viejo Con­ti­nente.

Des­de hace unos siete años ven­go desta­can­do que la indus­tria de los bio­com­bustibles de primera gen­eración, la vari­ante de agroen­ergía desar­rol­la­da con mate­rias pri­mas de uso múlti­ple, era obje­to de un per­sis­tente, severo y mesiáni­co ataque glob­al fun­da­do en los intere­ses defen­sivos o inter­nos de nue­stros prin­ci­pales com­pradores del Hem­is­fe­rio Norte y sus tropas de asalto (pro­duc­tores agrí­co­las con alto sub­sidio, proce­sadores locales de energías ren­ov­ables y las fer­vorosas ONG cul­toras de la religión verde y el pro­tec­cionis­mo agrí­co­la como Green­peace).

En su momen­to debí tol­er­ar las enjun­diosas e infun­dadas críti­cas de mis ami­gos exper­tos en políti­ca agrí­co­la, pero de escasa o nula ver­sación en políti­ca com­er­cial, que ase­gura­ban, con lóg­i­ca criol­la y mala infor­ma­ción uni­ver­sal, que en cualquier momen­to lle­garía la caballería y se reabrirían los mer­ca­dos de la Unión Euro­pea (UE) y Esta­dos Unidos, que ellos nece­sita­ban el pro­duc­to y que se acabarían los sub­sidios a los com­modi­ties agrí­co­las, al tiem­po que cre­cerían las deman­das alter­na­ti­vas para dicho sec­tor y éstas se vol­carían irre­me­di­a­ble­mente a com­prar los bio­com­bustibles impor­ta­dos en volúmenes que harían del nego­cio agroen­ergéti­co del país, algo com­er­cial­mente viable y de bril­lante futuro. Sigo esperan­do que todo eso suce­da y de cono­cer el secre­to que nadie parece saber. Pero mien­tras con­tin­u­amos la vig­ilia de armas ante tan mila­groso destape, uno se obsti­na en apor­tar más hechos.

Aunque mis fuentes están más cer­canas a la boca del cabal­lo, tomaré como ref­er­en­cia el informe del boletín de divul­gación Bridges Week­ly (un tex­to de habit­u­al cir­cu­lación en los think-tanks que edi­ta en Gine­bra el Cen­tro Inter­na­cional para el Com­er­cio y el Desar­rol­lo Sostenible) del pasa­do jueves 21 de junio.

Su primera nota señala que los nego­ci­adores de la Comisión, el Con­se­jo y el Par­la­men­to Europeo se pusieron de acuer­do en tres cosas muy vin­cu­ladas entre sí. Dieron luz verde al paque­te de “Energía Limpia” prop­uesto por la Comisión en mate­ria energía ren­ov­able en noviem­bre de 2016 (ahí cae la ficha de los bio­com­bustibles, espe­cial­mente los des­ti­na­dos al trans­porte), efi­cien­cia energéti­ca y la gob­ern­abil­i­dad (no me gus­ta gob­er­nan­za) de la unión energéti­ca. Esa artillería se inte­gra por ocho prop­ues­tas e incluye las medi­das ori­en­tadas a cumplir los com­pro­misos sobre cam­bio climáti­co pre­vis­tos para 2030. En ese ámbito, la UE se com­pro­metió a reducir en 40%, sobre los nive­les alcan­za­dos en 1990, las emi­siones de gas de efec­to inver­nadero. Tras esa fuma­ta blan­ca region­al, Europa inten­taría cubrir con energías ren­ov­ables el 32% de su deman­da energéti­ca, 5% más que en la ver­sión orig­i­nal. Las prop­ues­tas indi­can que el 14% del con­sumo energéti­co del trans­porte deberá provenir de esa clase de fuentes (las ren­ov­ables), pero apelando al uso de mate­rias pri­mas que no com­pi­tan con el equi­lib­rio ali­men­ta­rio de la población mundi­al.

Al adop­tar esa decisión, Bruse­las dejará defin­i­ti­va­mente de a pie, en 2030, a los bio­com­bustibles ali­men­ta­dos con aceite de pal­ma, cuyos prin­ci­pales provee­dores son Indone­sia y Mala­sia, una polémi­ca legal y económi­ca que lle­va var­ios lus­tros de debate en la OMC. El fun­da­men­to de la medi­da es que la exten­sión de la fron­tera agropecuar­ia para pro­ducir esa var­iedad de aceite se hizo al cos­to de recor­tar una vas­ta región de sel­vas trop­i­cales (una especie de Ama­zonas asiáti­ca), entre cuyas vir­tudes esta­ba el absorber una volu­mi­nosa masa de emi­siones de car­bono.

El prob­le­ma es que el cri­te­rio de Bruse­las, basa­do en los cál­cu­los del cam­bio del Cam­bio Indi­rec­to del Uso de la Tier­ra (cono­ci­do por la sigla ingle­sa ILUC) no es una regla ni un con­cep­to adop­ta­do for­mal­mente por la comu­nidad inter­na­cional, con lo que Europa parece dis­pues­ta a caer en la extrater­ri­to­r­i­al apli­cación de sus propias leyes y reglas, una tradi­ción bas­tante edu­ca­da pero usu­al, a lo Don­ald Trump, de las autori­dades del Viejo Con­ti­nente.

En los trata­dos inter­na­cionales Bruse­las tiende a lla­mar a este, que ellos con­sid­er­an un dere­cho pro­pio, como el prin­ci­pio de sober­anía leg­isla­ti­va, el que con­tradice al Acuer­do de Mar­rakech, por el que se estable­ció la OMC. Es una lás­ti­ma que los nego­ci­adores del Mer­co­sur no hayan enten­di­do el sig­nifi­ca­do y las opciones que pre­sen­tan estos hechos y debates al dis­cu­tir el acuer­do bir­re­gion­al con la UE.

Pero lo que afec­ta direc­ta­mente a la Argenti­na y otros provee­dores que explotan el nego­cio del etanol y el biodiésel, es que la meta mín­i­ma de uso de los bio­com­bustibles de base agrí­co­la en el trans­porte (o sea el etanol de maíz), pasaría del máx­i­mo del 7% estable­ci­do para el 2020 al ante­di­cho 3,5% en el 2030. Esa meta podría ajus­tarse un poco en la nego­ciación final a niv­el de min­istros, pero no para com­plac­er a los provee­dores extran­jeros, sino como fru­to de lo que pase en las dis­cu­siones ori­en­tadas a cal­mar los nervios de los gru­pos de interés de la propia UE.

Y una vez aproba­do por los tres resortes del poder europeo, no habrá lla­ma­di­to o visi­ta pres­i­den­cial que arregle seme­jante esto­fa­do.

Por si alguien retu­viera dudas de que las cosas van en esa direc­ción, el comi­sion­a­do sobre cam­bio climáti­co de la EU, Miguel Arias Cañete, dijo, con toda clar­i­dad, que estos obje­tivos se encam­i­nan a dar un “empu­jón may­or a la inde­pen­den­cia energéti­ca de la unión (no de los socios extran­jeros que desean rein­ser­tarse en el mun­do), lo que será un fuerte estí­mu­lo a la com­pet­i­tivi­dad indus­tri­al, la creación de fuentes de tra­ba­jo, la reba­ja de las tar­i­fas energéti­cas, la mejo­ra la cal­i­dad de vida y la para­lela reduc­ción de la pobreza.

Hay quien afir­ma que esta declaración enfure­ció a Juan José Aranguren, quien alegó que Arias Cañete no entiende nada de tar­i­fas energéti­cas sus­cep­ti­bles de ser pací­fi­ca­mente absorbidas por el con­jun­to social. Por Jorge Riaboi Diplomáti­co y peri­odista.

Fuente: Agri­to­tal