Rubens Ometto Silveira Mello, mayor productor y exportador global de etanol, explica por qué compró los activos argentinos de Shell. Su visión sobre la crisis de su país. La historia del heredero que se reconvirtió en emprendedor.
El 21 de mayo, poco después del mediodía, la atención de gran parte de los 44 millones de argentinos, todavía, estaba focalizada en Ezeiza. En el predio “Julio Humberto Grondona”, Jorge Sampaoli, director técnico de la Selección Nacional, anunciaba sus 23 elegidos para viajar al Mundial de Rusia. A unos 30 kilómetros de ahí, en el más discreto de los silencios, un hombre sobrio, de gesto sereno pero serio, cruzaba el enrejado perimetral de la Casa de Gobierno. De cabellera abundante, entrecana, vestía un traje oscuro –con chaleco–, camisa celeste, corbata violeta y lucía anteojos rectangulares, de marco metálico. Mauricio Macri lo esperaba en el despacho presidencial.
El visitante era Rubens Ometto Silveira Mello. “Binho”, como se lo conoce en Brasil. De 68 años, es el hacedor de Cosan, mayor productor y exportador de azúcar y etanol del mundo. Un gigante que, en 2017, facturó 55.000 millones de reales (unos US$ 15.000 millones al cambio actual). Su empresa es, desde 2010, socia de Shell en Raízen, quinta compañía de Brasil por su tamaño. Con ventas que rozan los 80.000 millones de reales anuales (US$ 21.000 millones), el joint-venture, en el que ambas tienen 50 por ciento, compró, en marzo, los activos de downstream (refinación y comercialización) de la angloholandesa en la Argentina: la refinería de Dock Sud, 645 estaciones de servicio, los negocios de combustibles marítimos y de aviación, asfaltos, químicos y lubricantes, y el suministro y distribución de la marca de su socia en el mercado local. Un paquete valuado en US$ 950 millones. La presentación formal de la operación fue el motivo de su visita a la Casa Rosada.
“Raízen tuvo éxito en sus negocios de downstream en Brasil con alta productividad y competitividad diferenciada. La empresa vio una oportunidad de llevar este know-how a un mercado en crecimiento, con una economía en recuperación y por medio de una marca con gran prestigio local”, explica Ometto, en un intercambio de mails con APERTURA. “Analizamos por un buen tiempo esta oportunidad. Y el activo es de mucha calidad, se encaja bien dentro del portfolio de la compañía. Además, hay muchas semejanzas entre el mercado argentino y el brasileño, como aspectos logísticos y actividades de trading”, agrega. “Estamos siempre atentos. Esta adquisición generará grandes oportunidades de sinergia operativa y financiera a la empresa”, completa.

Un muchacho como yo
Ometto no es un personaje más dentro del empresariado brasileño. Su historia tiene una marca distintiva, que corona al “Rey del Azúcar” –tal cual lo bautizaron los medios de su país– como el protagonista de un guión digno de telenovela. No es una metáfora antojadiza. Al contrario: la prensa brasileña e internacional recurrieron, con frecuencia, a la comparación, dada la pública afición que, desde joven, profesa por las dramáticas historias del prime time televisivo. “Me gustan mucho las telenovelas. Grabo los capítulos para verlos después del trabajo”, comenta.
“Aprovecho muy bien mi tiempo con lo que más me gusta: mi familia, mi trabajo y mis actividades de esparcimiento”, cuenta. Fanático del deporte, jugó al fútbol en su juventud y, todavía, practica golf y tenis. Casado, con dos hijas –de 40 y 39 años– y nietos, la religión es otra faceta de su personalidad. “Soy un hombre de fe. Procuro, siempre, agradecer mis conquistas”, confiesa.
En abril de 2008, Cosan dio el salto del tigre: compró, en US$ 826 millones, los activos de downstream de Esso en Brasil. Ometto lo celebró cenando con la cúpula de Exxon Mobil en el restaurante del Hotel Mandarine, de
Londres. Unos días después, voló a Portugal. Peregrinó a Fátima, uno de los lugares elegidos por los católicos brasileños para cumplir con sus promesas, describió el diario Folha, de San Pablo, en un perfil que publicó en esos tiempos.
No lo hizo solo. Lo acompañó Mónica, su mujer desde hace 44 años. Ella también es devota. Cada vez que lo ve contrariado, suele dejarle una biblia abierta, en el Salmo de David. Aquel en el que se lee: “Bendito sea el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para la guerra, mis dedos para la batalla”. A lo largo de su vida empresaria, “Binho” libró muchas.
“Soy persistente y no tengo recelo de enfrentar grandes desafíos. Veía que el mejor camino para el patrimonio era reunirlo en un gran grupo, sin interferencia de los familiares. Fue lo que hice y Cosan es lo que es hoy”, enfatiza, acerca de su lucha de una década para consolidar la herencia de su abuelo, atomizada en decenas de sociedades, colgadas en distintas ramas del árbol genealógico.
Ometto nació en Piracicaba, un municipio del interior de San Pablo, 138 kilómetros al norte de la capital estatal. Su casa estaba a 100 metros de Costa Pinto, la usina que pertenecía a su familia. Los Ometto –en rigor de verdad, su apellido materno– estuvieron en el negocio azucarero desde que sus bisabuelos emigraron de Italia, en 1887. “Binho” –diminutivo de “Rubens”– estudió en un colegio de curas de su ciudad. “Fui un niño muy responsable desde temprano. Me gustaba aprender y tuve una gran ventaja: el placer en estudiar y en practicar actividades que estimularan mi concentración, lógica y racionalidad. Estos factores me dieron seguridad para buscar oportunidades que agregaron mucho en lo personal y en lo profesional”, reseña. Hoy, sobre su escritorio, tiene enmarcada una hoja con las 11 lecciones de Bill Gates. Su favorita: “Sea tan bueno como un nerd. Hay una alta probabilidad de que usted termine trabajando para alguno de ellos”.
En 1967, se mudó a San Pablo. Tenía 17 años. La ciudad inmensa, la más grande de Brasil, lo abrumó. Tampoco fue del todo acogedor el círculo familiar. Fanático de la sertaneja –un género de música popular surgido en el campo brasileño durante los ’20–, sus primos lo llamaban “Caipira”. Es la palabra que se suele usar para referirse –por lo general, de forma peyorativa– a los habitantes del interior paulista. Una factura que, con el tiempo, se encargaría de cobrar.
“Siempre quise valerme por mí mismo. No depender de la familia para tener un trabajo”, declaró en una entrevista. Estudiaba ingeniería en la Escuela Politécnica de la Universidad de San Pablo (USP) cuando ingresó a Unibanco, como asesor de la presidencia. En noviembre de 1970, tuvo un encuentro que cambió su vida. Ya noviaba con Mónica. Su futuro suegro, Guilherme Mellao, estaba vinculado con el presidente de Votorantim, José Ermírio de Moraes. Además de mejores amigos, cumplían años el mismo día. Durante un festejo conjunto, “Binho” conoció a Ermírio. “Es mi mayor influencia personal”, define a quien sería su mentor. Ermírio –con quien, además, jugaba al tenis y compartía la pasión futbolística por el Santos– esperó a que Ometto se recibiera para emplearlo en Votorantim. Lo reclutó como director Financiero. Tenía 24 años.
“Solo después de vivir estas experiencias, opté por asumir los negocios de la familia y emprender. Hasta entonces, ya había entendido que el crecimiento de una empresa pasa por un proceso decisorio racional, basado en la profesionalización. Aprendí que, para dar continuidad al crecimiento, era necesario delegar. Y, para hacerlo, es necesario profesionalizar”, explica por qué, al final, terminó respondiendo al llamado de su sangre.
Uno de sus tíos, Orlando, conducía los negocios de la familia. En 1980, sufrió un infarto y le pidió que se hiciera cargo durante la recuperación. El sobrino pródigo aceptó pero bajo una condición: un pacto de accionistas que le asegurara ciertos poderes. Él mismo lo redactó. “Hoy, estamos bien. Pero, un día, volverás. Y las cosas se pondrán feas”, cuentan que fue la frase con la que lo convenció. Profética, además. De aquellos días, suele recordarse un episodio. Orlando tenía una aerolínea, Transportes Aéreos Marília. Le ordenó que despidiera a uno de los principales ejecutivos. Pero quien resultó eyectado de la empresa fue Orlando. Con el auspicio de “Binho”, el ejecutivo caído en desgracia hizo un management buy-out. Era Rolim Amaro, “El Comandante”. Rebautizó a la compañía como Transportes Aéreos Meridionáis. TAM.
Las discrepancias con su tío –y el resto del clan– se resolvieron con un reparto de activos. Recibió dos usinas: Costa Ribeiro y Santa Bárbara. El origen de la sigla “Cosan”. Corría 1986. Tenía 36 años. Convencido de que, quien parte y reparte, y no se queda con la mejor parte, es bobo o no tiene arte, abrió una desgastante guerra legal. El armisticio se firmó en 1996. Ometto venció a primos, sus tres hermanos e, incluso, su propia madre, Isaltina. Un total de 23 accionistas, a quienes combatió para unificar el disperso reino bajo su corona e imponer una sola ley: la del mérito. Hoy día, se jacta de ser el único descendiente de su abuelo que permanece en el holding. “Cuanto más profesionalizada la gestión de una compañía, mejor”, predica, acerca de sus pruritos hacia las compañías familiares.
Apetito por el riesgo
“Nunca hice un negocio pensando solo en lo que ganaría. Lógico que tiene que dar un retorno financiero. Pero lo que me mueve es el espíritu emprendedor. No siempre todo sale como se planeó. Pero, si uno se prepara, las cosas suceden, van complementándose. Siempre me gustó emprender. Hacer negocios”, se define.
“Siempre creí en el sector de energía y etanol”, explica, acerca de por qué decidió forjar el holding que hoy es Cosan. “Nuestro negocio cambió de nivel en 2008, cuando compramos los activos de Exxon Mobil en Brasil, y con la creación de Rumo”, reseña. La última es una operadora logística que, en 2014, dio otro gran golpe, al hacer una OPA sobre ALL. La empresa combinada fue valuada en 11.000 millones de reales. Al 31 de diciembre último, valía 20.200 millones en la Bolsa de San Pablo. Desde 2010, Cosan ya era socia de Shell en Raízen. Y, en 2012, había adquirido Comgás, la mayor distribuidora de gas de Brasil. Pagó 3400 millones de reales. A diciembre, su market-cap era de 7300 millones.
“Hoy, la compañía cuenta con un portfolio más equilibrado, que no depende de las oscilaciones de los precios internacionales de las commodities y que tiene empresas líderes en sus respectivos mercados. La diversificación de Cosan posibilita generación de caja más confortable, además de reducir el riesgo de exposición de los ciclos de altibajos de las materias primas”, señala.
“Pensar diferente que todos tus competidores. Buscar sinergias adonde nadie las ve”, su lección número uno de su manual de negocios. “Ahí, yace nuestro diferencial”, asegura. Su experiencia como CFO guió sus pasos. “Soy un hombre de negocios con vena financiera. Toda mi experiencia profesional fue importante para construir al empresario que soy hoy”, afirma.
“Riesgo Ometto”, es el término que se acuñó en Brasil para referirse a su audacia. Si hiciera lo que el mercado espera, habría que poner a un analista en lugar, respondió él a esa observación acerca de sus sorpresivos movimientos. Por ejemplo, cuando blindó su control sobre Cosan, con una “profunda, inesperada y controvertida reestructuración accionaria”, según la calificó la revista Época. Ometto controlaba el 51 por ciento de Cosan, que cotiza en San Pablo desde noviembre de 2005. En 2007, informó a los reguladores brasileños que había creado una nueva holding, Cosan Limited, domiciliada en Islas Bahamas y listada en Nueva York. Además, hizo una oferta de canje a los minoritarios. Cambiaban las reglas. Todas las acciones en el Bovespa valían un voto. Los nuevos títulos le daban a Ometto derechos políticos 10 veces superiores. Fue un escándalo.
El Bovespa no permitía una estructura así. La SEC, sí. Hubo otra razón: proteger a la empresa de take-overs hostiles. Idea que, también, primó en la planificación de su sucesión. Ometto diseñó un partnership con su top management. “Mi objetivo fue definir la continuidad para la empresa cuando yo no esté más en ella. En este modelo, Cosan Limited tiene como accionistas a algunos ejecutivos, que se convirtieron en mis socios y pasan a participar en decisiones fundamentales en el comando, como la elección del presidente”, explica. “Quise hacer un negocio simple e involucrarlos, cada vez, más concentrados en la generación de valor para la compañía y sus accionistas”, amplía. Confía en su team. “En la última década, nuestro portfolio fue testeado en escenarios económicos diversos y fue exitoso en todos. Y esto se debe, principalmente, al equipo de primera línea que formamos”, asegura.
En 2017, Cosan facturó 55.016,4 millones de reales, 6 por ciento más que en 2016. Su ganancia antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones –“ebitda”, por su sigla en inglés– creció 8,4 por ciento, a 8104,6 millones. Y su resultado neto escaló 98 puntos, a 551 millones. “Fue un año desafiante para el mercado, general. Pero las empresas de Cosan superaron las expectativas de resultados, lo que refuerza el talento del equipo y una gestión sólida, incluso, ante las incertidumbres económicas y políticas”, analiza. “Todo esto nos permitió alcanzar el crecimiento propuesto por octavo año consecutivo. Y, para 2018, la compañía sigue muy confiada, con expectativa de expansión de ebitda proforma”, agrega.
Por lo pronto, 2018 no marcha según lo esperado. En el primer trimestre, con ingresos 1,3 por ciento superiores (14.712,2 millones de reales), el ebitda se retrajo 36,5 puntos (2879 millones). Aunque, en forma ajustada, se incrementó en 2,8 por ciento (1895,1 millones). Aun así, el resultado neto del first quarter sumó 326,6 millones, 67,4 por ciento menos que un año antes.
Ometto sabe a quién culpar: la crisis política de Brasil. “Las expectativas de aprobación de las reformas previstas quedaron atrás y la incertidumbre relacionada con la próxima elección sigue, debido al número de candidatos posibles –observa–. Las perspectivas electorales seguirán pautando variaciones de cambio, cotizaciones de las acciones y disponibilidad de funding. Pero Brasil es mucho más fuerte que cualquier crisis política y financiera”.
Como muchos de sus compatriotas, marcó una fecha en su agenda: 7 de octubre, día de elecciones. “El brasileño tiene que dejar de pensar que el nuevo presidente de la República será un ‘salvador de la Patria’. Quienes deben ser fuertes son las instituciones, la ciudadanía y los empresarios. El Gobierno tiene que fomentar, controlar, regular. Pero debe salir del business. Cuanto más vaya en esa dirección, más eficiente será”, sostiene Ometto, reconocido en su país por la franqueza de sus opiniones: aplaudió tanto como criticó a Lula; no se calló frente Dilma Rousseff en cuando tuvo oportunidad.
Para él, es fundamental estar, siempre, atento a las oportunidades del mercado y, también, al contexto político y económico para, dice, “saber la hora correcta de hacer inversiones”.
“Con Brasil en incertidumbre, ¿es un buen momento de concentrarse en otros mercados de la región?”, se le pregunta. “Nunca paramos de invertir. Estamos, siempre, atentos a las posibilidades. Pero por supuesto que, con perspectivas de mejora en los índices económicos, podemos ser, todavía, más activos”, contesta.
De ahí, la adquisición de Shell. A nivel global, la angloholandesa está concentrándose en gas. Sobre todo, después de la adquisición de BG, en 2015 (US$ 53.000 millones). Necesitada de caja, le colgó cartel de venta a sus operaciones de downstream en distintos lados. La cercanía –geográfica y societaria– de Raízen hizo que, prácticamente, no hubiera otro candidato para sus activos argentinos.
Para Ometto, significó la oportunidad de cruzar la frontera. Ve a la Argentina como una de las economías más grandes “y atractivas” de América latina. “Creemos en el movimiento de apertura del mercado y queremos capturar las oportunidades a largo plazo”, dice, en relación a las reformas que, en materia de combustibles, implementó la administración Macri.
Pero su mira no se centrará sólo en downstream, sugiere. “Cosan está, siempre, atenta a oportunidades en los sectores de energía y logística”, anticipa, incluso, cuando los nubarrones sobre la Argentina reaparecieron en las últimas semanas. Pero, para él, propenso a ir contra la marea, eso es combustible suficiente. Azúcar para su sangre. Oportunidad para saciar su apetito por el riesgo. El riesgo Ometto.
Fuente: Apertura
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