El azúcar de tu café arranca en un tubo de ensayo

Un equipo de investigadores trabaja para garantizar la calidad de la caña semilla del año que viene. La ciencia no para por pandemia.

Es posi­ble que no lo sepas, pero ese mar verde que gen­er­an en Tucumán en los cam­pos la caña de azú­car antes de la cosecha depende del tra­ba­jo de un grupo inter­dis­ci­pli­nario de cien­tí­fi­cos. Y si ellos no hubier­an tra­ba­ja­do, adap­tán­dose, durante la cuar­ente­na, en 2021 la provin­cia se las vería en fig­uril­las: casi no habría caña para plan­tar.

“Nues­tra respon­s­abil­i­dad, des­de hace años, es pro­ducir plan­tines sanos y genéti­ca­mente puros de difer­entes var­iedades com­er­ciales de caña de azú­car. Lo hace­mos cul­tiván­do­los in vit­ro a par­tir de teji­dos de una plan­ta madre”, cuen­ta por rig­uroso telé­fono Aldo Noguera, jefe de la Sec­ción Biotec­nología del Insti­tu­to de Tec­nología Agroin­dus­tri­al del Noroeste Argenti­no (Itanoa). El insti­tu­to depende de la Estación Exper­i­men­tal Agrí­co­la Obis­po Colom­bres (Eeaoc) y del Con­icet, y allí tra­ba­ja el gran equipo.

SEPARACIÓN. Las mini­cañi­tas de azú­car son todas genéti­ca­mente idén­ti­cas a la plan­ta madre y entre sí.

“Durante abril y lo que va de mayo estu­vi­mos tratan­do de reg­u­larizar las tar­eas en el lab­o­ra­to­rio, porque los primeros 10 días del ais­lamien­to no fuimos; la cuar­ente­na tuvo sus con­se­cuen­cias (perdi­mos un 10% del mate­r­i­al, más o menos), pero esta­mos esforzán­donos para rever­tir­las y poder ofre­cer sufi­ciente can­ti­dad de caña semi­l­la el año que viene”, agre­ga.

El camino hacia el cam­po

El azú­car de tu café no sale de cualquier caña; se orig­i­na el año ante­ri­or en un tubo de ensayo, a par­tir del ban­co de plan­tas del insti­tu­to, e ini­cia un largo camino. La téc­ni­ca se lla­ma micro­propa­gación, y el obje­ti­vo del pro­ce­so es obten­er una gran can­ti­dad de plan­tas en muy poco espa­cio, garan­ti­zan­do su sanidad y su pureza genéti­ca. “No podríamos hac­er este pro­ce­so sin el apoyo de otros sec­tores del insti­tu­to, como Fitopa­tología, Mejo­ramien­to, Con­trol de Pla­gas…”, señala Noguera.

CONTROLES RIGUROSOS. En el lab­o­ra­to­rio se rotu­lan todos los fras­cos para ase­gu­rar la traz­abil­i­dad de los plan­tines.

“Par­ti­mos de esta­cas de una plan­ta del ban­co, dig­amos de la var­iedad tuc95-10, que ten­ga un solo nudo (se lla­ma, pre­cisa­mente, esta­ca monon­odal) ‑cuenta‑, y lo primero que hace­mos es dar­les un baño tér­mi­co (con agua caliente); así se elim­i­na cualquier posi­bil­i­dad de que las esta­cas ten­gan bac­te­rias. Luego se las pone en mac­etas, en el inver­nadero, y se espera el primer brote; de él se tomará meris­tema, el teji­do veg­e­tal que dará ori­gen a los plan­tines”.

Se usa el meris­tema de ese brote, y no de otro, por varias razones: es el brote api­cal, es decir ‑en sen­cil­lo- el que se lle­va el may­or impul­so de crec­imien­to y desar­rol­la la más acti­va división celu­lar. Y es, además, uno de los teji­dos más limpios y sanos de la plan­ta. “Así min­i­mizamos el ries­go de que el teji­do ten­ga virus”, expli­ca.

El pro­ce­so se ini­cia entonces con sólo unos milímet­ros de meris­tema que se siem­bran en tubos de ensayo en un medio de cul­ti­vo espe­cial. Será un pro­ce­so de clonación del que nac­erán miles y miles de plan­tas idén­ti­cas a la madre; es decir, ten­drán el mis­mo per­fil genéti­co de la var­iedad com­er­cial ya proba­da y cuya capaci­dad pro­duc­ti­va se conoce. “Más o menos un mes pasarán cre­cien­do en una cámara de cría, con tem­per­atu­ra y humedad con­tro­ladas”, cuen­ta.

Segun­da para­da

Pasa­do ese tiem­po estarán lis­tos los vásta­gos. Entonces se los sep­a­ra y se los siem­bra en otro medio, lla­ma­do de mul­ti­pli­cación; con­tiene hor­mona de crec­imien­to, lo que ayu­da a la pro­lif­eración.

“Esta eta­pa dura entre seis y siete meses. Es como el coro­n­avirus ‑agre­ga, diver­ti­da, su voz al telé­fono-; el crec­imien­to es expo­nen­cial, y de un mis­mo meris­tema se puede lle­gar a con­seguir 10.000 plan­tas; nosotros pro­duci­mos entre 4.000 y 5.000 de cada uno. Es una for­ma de cuidar la cal­i­dad; una repro­duc­ción exce­si­va podría gener­ar alteraciones genéti­cas”.

FALTA POCO. Los plan­tines empiezan a desar­rol­lar raíces por lo que pron­to podrán ser puestos en sus­tra­to y lle­va­dos al inver­nadero.

Esta biografía ha ido tenien­do una sola pro­tag­o­nista, la var­iedad tuc95-10, pero este pro­ce­so se lle­va a cabo en la Eeaoc con entre cin­co y seis var­iedades difer­entes de caña, según las reclame el sec­tor pro­duc­ti­vo. “En total pro­duci­mos entre 60.000 y 80.000 plan­tines por año, entre todas las var­iedades con que tra­ba­jamos”, infor­ma Noguera.

A la raíz

Cuan­do la can­ti­dad bus­ca­da de plan­tas está lista, lle­ga el ter­cer momen­to. “Se ponen las plan­ti­tas en un fras­co con un medio de cul­ti­vo que prop­i­cia el desar­rol­lo de raíces, y luego de un mes, pre­via clasi­fi­cación por tamaño, se las colo­ca en ban­de­jas que con­tienen un sus­tra­to desin­fec­ta­do. En cada cel­da va una plan­ti­ta y todas las ban­de­jas, al inver­nadero”, sigue rela­tan­do, muy pedagógi­ca­mente, Noguera, y su voz da cuen­ta del orgul­lo que su tra­ba­jo le gen­era. En el inver­nadero se lle­va a cabo la acli­mat­ación de las plan­tas a lo que será su medio defin­i­ti­vo.

Con­troles en la ruta

Todo el pro­ce­so es estric­ta­mente con­tro­la­do, pues uno de los obje­tivos es garan­ti­zar la sanidad. “Y para ello ‑desta­ca y valora‑, la tarea del área de fitopa­tología es muy impor­tante. Primero, para chequear la plan­ta madre en el inver­nadero. Y luego, durante la eta­pa de mul­ti­pli­cación. Tam­bién aquí nos pasa como con el coro­n­avirus: se usa la téc­ni­ca de la PCR, capaz de detec­tar frag­men­tos de ADN de patógenos (bac­te­rias y virus), expli­ca. Y como ‑se insiste- la seguri­dad san­i­taria es esen­cial, tienen todo pre­vis­to por si se encien­den luces rojas: cada meris­tema tiene un códi­go que iden­ti­fi­ca la “línea de cul­ti­vo. “Esto per­mite la traz­abil­i­dad de cada una de las plan­tas gen­er­adas a par­tir de ese meris­tema. Así, si se detec­ta algún prob­le­ma, se descar­ta toda la línea” expli­ca.

El otro gran puesto de con­trol está ya sobre el final del camino, en el inver­nadero: allí se chequea la pureza genéti­ca de las plan­ti­tas que cre­cen en las ban­de­jas. “Ten­emos que estar seguros de que no haya habido alteraciones del geno­ma. Es uno de los ries­gos, y puede ser may­or en los cul­tivos in vit­ro”, expli­ca y agre­ga: “usamos téc­ni­cas de mar­cadores mol­e­c­u­lares, que nos per­miten estable­cer que todas sean idén­ti­cas a la plan­ta madre”.

Si todas las luces son verdes, las plan­ti­tas están lis­tas y for­marán parte de los semi­lleros a los que apelarán los pro­duc­tores, a par­tir de la Eeaoc. Pero el pro­ce­so lle­ga has­ta aquí. Luego, los senderos se bifur­can una y otra vez, y esa ya es otra his­to­ria.

Fuente: La Gac­eta.